Los cuentos de los hermanos Grimm conservan el espíritu y los motivos de las narraciones orales. No sólo constituyen una lectura que mantiene todo su encanto y que, generación tras generación, siguen alimentando la fantasía y nutriendo la vida psicológica del niño. También son en sí mismos un legado literario y simbólico del cual el lector infantil y el adulto han de apropiarse. Son cuentos que merecen ser compartidos y releídos, pues cada vez que volvemos a ellos aportan algún rasgo o detalle que antes nos había pasado inadvertido. Los cuentos de los hermanos Grimm conservan el espíritu y los motivos de las narraciones orales. No sólo constituyen una lectura que mantiene todo su encanto y que, generación tras generación, siguen alimentando la fantasía y nutriendo la vida psicológica del niño. También son en sí mismos un legado literario y simbólico del cual el lector infantil y el adulto han de apropiarse. Son cuentos que merecen ser compartidos y releídos, pues cada vez que volvemos a ellos aportan algún rasgo o detalle que antes nos había pasado inadvertido.

El sastrecillo avispado

Érase una vez una princesa tan, tan soberbia que a todos los príncipes que pedían su mano en matrimonio les imponía un acertijo para casarse con ella y ¡pobre del que no lo adivinara!, porque entonces la princesa les humillaba con sus burlas y les despedía de su presencia para siempre. Uno tras otro, los pretendientes de sangre noble fueron abandonando el palacio con la cabeza gacha, así que la princesa, convencida de ser más ingeniosa que nadie, anunció que se casaría con aquel que resolviera el acertijo.