La infancia entendida como una condición meramente biológica, desconectada de las características propias de un psiquismo pueril, ha gozado de estupendas referencias artístico-literarias a lo largo de nuestra contemporaneidad, siendo, quizá, la novela El señor de las moscas (1954) el hito que marca un punto de no retorno: la buena literatura sobre la infancia pasa, necesariamente, por reconocer la dimensión del niño como individuo permeable al influjo de la sociedad en que vive, y dotado de un catálogo de emociones variopintas y de libre albedrío para manejarlas a su antojo. Poseedora de una peculiar biografía, que va desde un intento 'bizarre' de suicidio hasta la consecución del título de Dama del Imperio Británico, Banbridge regala al lector la inquietante narración de las vacaciones de dos preadolescentes en una localidad costera de la Inglaterra de mediados de siglo; una historia que resulta un prodigio de contención, de insinuación concupiscente y calculada ambigüedad moral, cuya trama nos permite contemplar el desarrollo de un juego macabro: el perverso ejercico de poder sobre un semejante. 'Poder', clave de esta muy recomendable y turbadora novela.

La infancia entendida como una condición meramente biológica, desconectada de las características propias de un psiquismo pueril, ha gozado de estupendas referencias artístico-literarias a lo largo de nuestra contemporaneidad, siendo, quizá, la novela El señor de las moscas (1954) el hito que marca un punto de no retorno: la buena literatura sobre la infancia pasa, necesariamente, por reconocer la dimensión del niño como individuo permeable al influjo de la sociedad en que vive, y dotado de un catálogo de emociones... Seguir leyendo