Todo comienza, como no podía ser de otra forma, a la hora del cuento. Ese instante mágico casi siempre coincidente con el momento de ir a dormir. Sombras chinescas, arrullos amorosos, tal vez un vaso de leche caliente o una melodía que ayude a los pequeños a relajarse y favorezca la narración. Porque, a partir de esas historias compartidas, todo es posible al anochecer. Si tu deseo, como el del protagonista, es ir al bosque, encontrarás a los mejores cicerones. Dos particulares animales, un conejo y un zorro, acompañan en la espesura trazando una jornada imaginaria, solo posible gracias al onírico y bello planteamiento gráfico de Concha Pasamar, una artista que nunca defrauda con sus extraordinarios diseños (en este caso empleando diversos materiales como acrílico y lápices de color); de trazo profundamente realista y con el sello brumoso, sugerente y evocador, que caracteriza muchas de sus anteriores obras. Estructurado en pequeños versos con rima asonante en los hexasílabos, constituye un pictórico y placentero homenaje al instante más importante del día, ese en el que se ponen en común las mejores historias, bien cerca, con las personas que más importan.

Todo comienza, como no podía ser de otra forma, a la hora del cuento. Ese instante mágico casi siempre coincidente con el momento de ir a dormir. Sombras chinescas, arrullos amorosos, tal vez un vaso de leche caliente o una melodía que ayude a los pequeños a relajarse y favorezca la narración. Porque, a partir de esas historias compartidas, todo es posible al anochecer. Si tu deseo, como el del protagonista, es ir al bosque, encontrarás a los mejores cicerones. Dos particulares animales, un conejo y un zorro,... Seguir leyendo