Camino de Zimbabue. La princesa africana
Las aguas del río corrían amarillas e inquietantes. Al otro lado, entre los grandes árboles que bordeaban la orilla, se veía el inicio de un camino, una pista de tierra roja que se alejaba. Tchinza no podía apartar la mirada de esas aguas. Si conseguía cruzar el río a nado, podría huir por aquel camino y llegar a Zimbabue. Acarició con la mano el pesado collar de perlas de cristal azul que llevaba alrededor del cuello, luego los brazaletes de cobre que ceñían sus brazos desde el codo hasta los hombros... Claro está que tendría que quitárselos y dejarlos en la orilla. Sólo se quedaría con el bethio corto de cuero que llevaba en las caderas.