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Pequeño homenaje al editor Jaume Vallcorba

 
 
Tras los dos meses transcurridos desde el fallecimiento de Jaume Vallcorba –editor de El Acantilado y Cuaderns Crema– resulta pertinente recordar alguno de los conceptos que su idiosincrasia y su trayectoria han aportado al mundo cultural en España.
 
Jaume compartió charlas y proyectos con la Fundación Germán Sánchez Ruipérez en bastantes ocasiones. Vamos a rememorar aquí una de las últimas conversaciones que mantuvimos con él y que por suerte pudimos grabar, ya que en esa ocasión decidimos abordar alguna de las inquietudes que más le interesaron siempre y que, quizás, nos permitan caracterizarlo mejor como editor humanista.
 
La palabra por encima de la imagen
 
Vallcorba alude en este fragmento de la conversación a la “filfa que ha dado prioridad a la imagen sobre las palabras” pues lo único que nos diferencia de los animales es que las palabras dan sentido y aunque no era neurólogo parece que las palabras organizan al cerebro humano, ya que la palabra es evocativa y la imagen no, contra lo que se pueda decir.
 
Es interesante escuchar esto en la boca de quien trabajó tan intensamente en el diseño y la imagen, incluso profesionalmente, durante una época relevante de su vida y a quien era frecuente encontrar en alguna exposición temporal de arte.
 
Que el lector del futuro pueda o no entender a Montaigne dependerá de los sistemas educativos: “Es fundamental que el sistema educativo enseñe que estamos viviendo de un pasado que transformamos y transmitimos transformado, mejorado si es posible, a nuestros hijos” –sostiene Vallcorba.
 
También defendía el término cultusistema frente a ecosistema cuando se hablaba del mundo cultural y es en la educación en donde situaba la obligación de cultivar las capacidades correspondientes. Vallcorba veía siempre la necesidad de conectar la tradición con la reelaboración contemporánea de lo clásico, desde un enorme y reverencial respeto a los grandes autores de la cultura occidental.
 
Cuando hablaba de la fascinación de Montaigne por De rerum natura, de Lucrecio, a pesar de leerlo muchos siglos después de su época, no podíamos dejar de recordar aquel pasaje en el que Maquiavelo comentaba su costumbre de vestirse con sus mejores ropas cuando se disponía a leer la obra de un clásico. ¿Era correcto imaginar a Jaume haciendo lo mismo en su casa? Durante una comida en un restaurante de Tlaquepaque (Guadalajara, México) le lanzamos la pregunta y Vallcorba respondió: “Absolutamente” y después soltó una corta y sonora carcajada.
 

 
Sobre los clásicos, lo inútil y la educación por encima de todo
 
Vallcorba tuvo grandes maestros –como Martín de Riquer– y siempre manifestó su admiración por la figura del docente. En el vídeo se declara partidario de quitarles la educación a los pedagogos y devolvérsela a los maestros, quienes siempre han tenido amor por la educación.
 
Precisamente el papel de la escuela y de los maestros era una clave fundamental en las preocupaciones que rondaban en su discurso, en las anécdotas que relataba y en las reflexiones que compartía en sus conversaciones.
 
Durante aquella tarde de conversación en Casa del Lector ensalzó con inteligencia el papel de la escuela y cómo el cultivo de las obras de los clásicos castellanos construyó las herramientas para su expresión escrita y cómo la ausencia de este bagaje explica la aparición de unas leyes jerigonza, que no se pueden cumplir porque no se entienden.
 
“Redactar es muy importante, uno no se da cuenta de lo difícil que es redactar algo bien hasta que no se pone a hacerlo”, oímos decir al editor en el vídeo siguiente, donde añade que “la lectura, la escritura en términos de redacción y el dictado ayudaron muchísimo a mi generación en este sentido, extraordinariamente”.
 
“Cuando no se ha redactado casi nunca, uno se encuentra con muchos problemas y hoy lo estamos viviendo”. La falta de destrezas de lectura y escritura eran para Vallcorba una explicación global para una gran parte de los desajustes y carencias de los últimos años.
 

 
El valor de los libros y el valor de la lectura
 
En el siguiente vídeo Vallcorba aseguraba que el soporte digital es muy útil para muchas cosas. Por ejemplo, para buscar un determinado pasaje o una frase concreta. “Pero –advertía– tengo la sensación de que mis lecturas en pantalla son mucho más superficiales, y la capa de penetración en mí es muy inferior, al cabo de poco lo he olvidado”.
 
Quisimos entonces plantearle la cuestión de los soportes con una pregunta en los términos que para él podían ser detonante de un discurso rico y apasionado: ¿Hablar de Aldo Manuzio en este contexto digital es una provocación?
 
Jaume Vallcorba creía imposible que surja una figura similar a Aldo Manuzio en el contexto digital. “Por un simple motivo: en el fondo el soporte digital es móvil y todo aquello que es móvil es susceptible de estropearse, aunque también de mejorarse”. Naturalmente, su editorial cuenta con un catálogo digital, pero creía que aún no existe el sistema operativo que permita controlar todos los parámetros y asuntos esenciales que dan forma a los libros.
 
Ciertamente se ha insistido mucho en el cuidado formal que Vallcorba otorgaba a su quehacer editorial, con su interés en utilizar papel de ph neutro y en que las tintas fuesen de la mayor calidad. Quizás esto se haya destacado tanto a causa de la falta de interés que la industria editorial ha otorgado a esto durante las últimas décadas o quizás se deba, precisamente, a la aparición de nuevos soportes y la renovada atención que esto puede provocar sobre las calidades del objeto libro.
 
Sin embargo, el trato personal con Vallcorba dejaba muy claro que su mayor pasión residía en su faceta de lector y que esto representaba para él la labor fundamental del editor: leer bien y ser capaz de encontrar los mejores libros para los lectores y presentárselos en condiciones adecuadas.
 
Se trataba de una persona apasionada, y cuando hablaba de las obras que publicaría por primera vez en español era cuando sus ojos brillaban más. Podemos afirmar que impulsado por la energía y la responsabilidad de esa pasión consiguió en sus años como editor construir uno de los catálogos más elegantes e inteligentes que hay en el acervo actual del libro en lengua española.
 

 

  

 
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