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La alfabetización crítica debería conducir a una investigación sobre cómo mostrar a los alumnos los textos desde diferentes puntos de vista para entender mejor a los grupos que han permanecido silenciados por las dinámicas de poder y la injusticia social, según el punto de vista de Buffy J. Hamilton, bibliotecaria en una de las escuelas públicas del distrito de Gwinnet (Estados Unidos).
La alfabetización crítica es un concepto que asume la injusticia de las relaciones humanas y las luchas de poder para intentar mostrar la información desde el punto de vista de personas de diferente estatus socio económico, raza, género u orientación sexual.
Con ello se pretende acercar a los estudiantes a la información desde un enfoque crítico, evitando perpetuar el punto de vista de los vencedores, explica Heather Coffey, antigua maestra de inglés en Estados Unidos y profesora de la Facultad de Educación en la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte.
«¿Te has preguntado alguna vez si estás obstaculizando el aprendizaje, en lugar de facilitarlo?» Esta cuestión, que formula Buffy J. Hamilton, en un artículo publicado en su blog, The Unquiet Librarian, debería conducir a una reflexión profunda sobre la manera en que se enseña en las escuelas, pero también sobre el trabajo que los bibliotecarios realizan en su tarea como formadores en alfabetización informacional.
«Si los bibliotecarios escolares no proporcionan a los estudiantes un conocimiento de la manera en que funciona el lenguaje para evaluar la información, podría considerárselos culpabes de restarles poder en aquello en lo que se esfuerzan para servir».
Esta sentencia de Cushla Kapitzke, reproducida por Hamilton, pone de manifiesto la importancia de una reflexión sobre los esfuerzos que maestros y bibliotecarios realizan en lo referente a la alfabetización informacional.
Respuestas como verdadero o falso han dejado de ser suficientes en las actividades curriculares y deberían intervenir también elementos como el punto de vista y la capacidad para contestar, criticar y reescribir esos textos, opina Kapitzke.
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