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Poesía para los que no leen poesía. (Aún)

Los ojos tiene abiertos / como las liebres. / Duerme, duerme

Un poema es un concentrado de ritmos, una alquimia de letras, voces, oídos, ojos y afectos. Un poema adormece, lleva a un movimiento pausado o asciende en un salto de alegría. Cuando el niño es pequeño y llama para saberse protegido, recurrimos a la palabra de ternura, de canturreo, arropándolo y meciéndolo con las nanas, esas pequeñas joyas del corazón. Nanas de mimos al bebé,”lucerito de la mañana", las que cuentan del trasiego cotidiano de la madre (“que tengo que hacer,/lavar los pañales”), cantan en baja voz oscuros temores, de enigmáticos personajes (“que viene el coco / a llevarse a los niños...”). Transmitir estos poemas, acunando al niño en su regazo, en sus brazos, entre sus manos. El poema es una corriente de amor para unir tacto y emoción.

Dame la mano y danzaremos

Hay poemas alegres y brincadores, resaltando el ritmo en las retahílas, en las canciones de juego (Cucu cantaba la rana; Pinto pinto, gorgorito) de antiguas y nuevas invenciones.
Reír con las voces poéticas despertando situaciones disparatadas en los libros de Gloria Fuertes; Carmen Santoja, Mermelada con anchoas; Mª Elena Walsh, Tutú marambá, El zoo loco; las imágenes resultantes de humor de las greguerías de Gómez de la Serna (100 Greguerías). Una sugerencia: memorice con el niño, que ya ha crecido varios palmos, y juegue con la rima, el ritmo, la acción, el disparate, bailen el movimiento, los elementos que calan en la sensibilidad del oidor/ lector. (Por ejemplo con “Bailecito de bodas”, Alberti).

LETRAS PARA APRESAR POEMAS

Con los poemas que ya tienen pescados, leídos mano a mano, retenidos con pies y cabeza, armen pequeños Diccionarios Poéticos (a la manera del Diccionario estrafalario de Gloria Fuertes) y otros. Un particular libro con los poemas elegidos, porque repiten veces y veces lo mismo vocal y/o consonante por ejemplo con la o y la d.
Un diablo se cayó a un pozo /
Otro diablo lo sacó, / otro diablo preguntaba / ¿Cómo diablos sucedió?

¿Dónde cantan los pájaros que cantan?

La poesía invita a una pausa, a espacios en blanco, a silencios. ¿Será por eso que en estos tiempos no es fácil leer poesía?

Una niña pregunta: ¿Por qué en los libros de poesía hay blancos en cada página? ¿Es que no pueden llenarlos como en los otros libros? Esos silencios en blanco resaltan las letras, y es posible leer de prisa ,aunque mejor es leer sin prisa, para atrapar el eco, como si fuera una respiración prolongada, una melodía escondida. En cada línea, en cada verso, si volvemos a leerlo en voz alta, multiplicamos su resonancia en el espacio. Propongo una tregua para oír sus silencios y sonidos, es emocionante descubrir el secreto susurro, las rimas, los sonidos blancos, los acentos,las palabras agudas y esdrújulas. Leer un poema en voz alta es dibujar en el aire, como los instrumentos cantan la partitura.,y el sonido se desliza en el espacio y el tiempo.

Yo vi un pájaro verde, bañarse en aguas de rosa

Como los colores de una pintura, los poemas amplían, abren la visión exterior, la imagen coloreada que corre en nuestro interior. ¿Verdad que las artes poéticas, pictóricas, musicales, hacen posible “ver” con otros ojos? Ver imágenes, conducir la imaginación, salir a cazar metáforas, eso quieren los poetas para niños, los clásicos contemporáneos: Juan Ramón Jiménez; Federico García Lorca; Rafael Alberti y Antonio Machado (“Yo voy soñando caminos de la tarde...”) y los hispanoamericanos Rubén Darío; Gabriela Mistral.

De estos poetas surgen imágenes, comparaciones, metáforas, que a veces pasan desapercibidas en el diario trajín, pero que se clavan en el corazón como el caminante de Antonio Machado (“En el corazón tenía / la espina de una pasión”.)
Niñas de varias generaciones se identificaron con el poema de Rubén Darío “Margarita”; cuenta de una princesa que recorre cielo y tierra, para lograr atrapar la luz en “que luce con la estrella / verso, perla, pluma y flor.” Algunos niños vieron los jinetes en oscuras cabalgaduras por caminos de Andalucía y se estremecieron ante la profecía de Lorca “Yo nunca llegaré a Córdoba”...

Un poema queda entero en el libro para releerlo, o en una caja interior,donde late una línea, las palabras sueltas del verso, de amor, de temor, de conjuros, “cuervos le saque los ojos y águilas el corazón”, de enigmática canción “Se equivocó la paloma / se equivocaba / creyó que el trigo era agua / se equivocaba.”
Las imágenes (las metáforas) construyen la proyección real y de ficción, alimentan imaginación e imaginarios, una personal re-interpretación invitando a jóvenes lectores a apropiarse de ellas, atrayéndolas a su cuaderno escondido de escritura.

“Apareces amor, pones mi vida a temblar”

Hay una edad (hay varias edades) en la que se comprende que la poesía acompaña el temblor y la emoción. Para el joven lector, que ha establecido con los versos la corriente de vasos comunicantes, la palabra poética es alto voltaje , una magia que hierve en su interior.
Las voces de poetas aún escasamente conocidos (en Efectos secundarios) traen un estilo directo, combinando temas cotidianos urbanos, realidades actuales de ordenadores, teclas, exámenes, geografías, sentimientos.
En ese voltaje emotivo (auto-emoción) suelen tener especial atractivo los textos que dicen del amor, el desamor, encuentros y desencuentros, situaciones de cine, soledades (Raíz de amor).Este momento de la adolescencia es de lectura íntima,a veces compartido con el elegido/a. Es el lector que quiere unir el texto con su vida, en un instante pleno en que la poesía cobra una fuerza poderosa que arrastra hasta comprender la emoción de vivir en un poema.


Para leer a los pequeños y para los de 7 a 70 años
Fuertes, Gloria. La oca loca. Madrid: Escuela Española, 1983.
Murciano, Carlos. La niña calendulera. Don Abecedario. Madrid: Hiperión, 2003.
Murciano, Carlos. Duende o cosa. Madrid: Edelvives, 1999.
Ruano, Charo. Catalina lina luna. Salamanca: Amarú Editores, 2004.
Walsh, Mª Elena. Zoo loco. Madrid: Alfaguara, 2001.
Yebra, A. Maria. La hormiguita negra. Zaragoza: Edelvives, 2004.
Yebra, A. Maria. Ronda de nanas. Málaga: Centro de Ediciones de la Diputación Provincial, 2000.

 

Poemas para reír
Fuertes, Glora. Diccionario estrafalario. Madrid: Susaeta, 1997.
Gómez de la Serna, Ramón. 100 Greguerías ilustradas. Valencia: Media Vaca, 1999.
Santoja, Carmen. Mermelada de anchoas. Madrid: Espasa Calpe, 1989.
Uribe, Mª Luz. Cuenta que te cuento. Candeleda (Ávila): Libros de la mora encantada, 2009.


Poemas para la música
Desclot, Miquel. ¡Música maestro! Barcelona: La Galera, 2004.
Ferrán, Jaime. Cuaderno de música. Valladolid: Miñón, 1983.
García Teijeiro, Antonio. Versos de agua. Zaragoza: Edelvives, 2002.

Poemas para soñar
Darío, Rubén. Margarita. Venezuela: Ekaré, 1983.
Iguerabide, Juan Kruz. Poemas para la pupila. Madrid: Hiperión, 1995.
Mistral, Gabriela. Gabriela Mistral para niños. Madrid: Ediciones de la Torre, 1994.

Poesías de tradición oral
Bravo Villasante, Carmen. Colorín colorete. Madrid: Disdascalia, 1983.
Calvo Cantero, Raquel. Pinto pinto gorgorito. Madrid: Ediciones Sammer, 2002.
Cerrillo, Pedro. A la rueda rueda. Madrid: Anaya, 2000.
Pelegrin, A. Misino gatino. Madrid: Espasa Calpe, 1993.
Walsh, Mª Elena. Versos tradicionales para cebollitas. Madrid: Alfaguara, 2001.

Antologías para todos
Mi primer libro de poemas. Madrid: Anaya, 1997.
Narices, buhitos, volcanes. Valencia: Media Vaca, 1998.
Pelegrin, A. Letras para armar poemas. Madrid: Alfaguara, 2000.
Traballengües, Trobalinguas, Eletrobak, Trovalenguas. Madrid: Asociación de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, 2005

Para jóvenes lectores enamorados del amor y la palabra
Antología. Efectos secundarios. Madrid: Anaya, 2004.
Neruda, Pablo. Los versos del capitán. Barcelona: Editorial Sol 90 S. L., 2002. 
Raíz de amor. Madrid: Alfaguara, 1999.

Para padres y niños
Libro de nanas. Valencia: Media Vaca, 2004.


Este texto es una colaboración de Ana Pelegrín

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