En esta nueva entrega de la ya conocida serie del conejito Simón nuestro protagonista se niega a ir al dentista. La autora e ilustradora, que a través de este personaje ha permitido a los niños lectores verse reconocidos en sentimientos como el miedo, el enfado o los celos, logra de nuevo en esta ocasión no caer en formalismos y mantener el interés y la frescura. Pretende desdramatizar las visitas al dentista, pero divirtiendo y haciendo reír a los niños, que aunque pueden seguir teniendo miedo después de leerlo, quedarán satisfechos. En esta nueva entrega de la ya conocida serie del conejito Simón nuestro protagonista se niega a ir al dentista. La autora e ilustradora, que a través de este personaje ha permitido a los niños lectores verse reconocidos en sentimientos como el miedo, el enfado o los celos, logra de nuevo en esta ocasión no caer en formalismos y mantener el interés y la frescura. Pretende desdramatizar las visitas al dentista, pero divirtiendo y haciendo reír a los niños, que aunque pueden seguir teniendo miedo después de leerlo, quedarán satisfechos.

¡Aaaah! ¡El dentista no!

Hoy Simón está invitado a dormir en casa de Fernando. El papá de Fernando les hace creps.
«¡Ay!», grita Simón, tras pegarle un mordisco a la suya. «¡Me duele la muela. Me duele muchísimo la muela!»
«Simón, tienes una caries enorme, avisaré a tu mamá para que te lleve al dentista», dice el papá de Fernando.
«Hola Eva, soy Nicolás, te llamo porque Simón tiene una caries enorme en la muela izquierda, y le duele mucho.»
«Pobre Simón», se compadece Fernando. «El dentista te atará a su sillón, te atará a su sillón...»