Una extraña amiga, una casa hechizada, un pintor al que la desgracia arrebató la inspiración… El punto de partida de este relato (escenarios, personajes, motivos argumentales…) responde al más puro clasicismo fantástico, herencia que se confirma en sus largas descripciones, y que alcanza su máxima expresión en el fascinante poder de un terrible secreto que poco a poco se va desvelando. Ruiz Zafón es sin duda un digno sucesor de los maestros decimonónicos y recrea con acierto su atmósfera enigmática e intemporal, sorprendiendo al lector como lo haría con un relato totalmente innovador. Una extraña amiga, una casa hechizada, un pintor al que la desgracia arrebató la inspiración… El punto de partida de este relato (escenarios, personajes, motivos argumentales…) responde al más puro clasicismo fantástico, herencia que se confirma en sus largas descripciones, y que alcanza su máxima expresión en el fascinante poder de un terrible secreto que poco a poco se va desvelando. Ruiz Zafón es sin duda un digno sucesor de los maestros decimonónicos y recrea con acierto su atmósfera enigmática e intemporal, sorprendiendo al lector como lo haría con un relato totalmente innovador.

Marina

A finales de la década de los setenta, Barcelona era un espejismo de avenidas y callejones donde uno podía viajar treinta o cuarenta años hacia el pasado con sólo cruzar el umbral de una portería o un café. El tiempo y la memoria, historia y ficción, se fundían en aquella ciudad hechicera como acuarelas en la lluvia. Fue allí, al eco de calles que ya no existen, donde catedrales y edificios fugados de fábulas tramaron el decorado de esta historia.
Por entonces yo era un muchacho de quince años que languidecía entre las paredes de un internado con nombre de santo en las faldas de la carretera de Vallvidrera.