Si alguien viniera a nuestro planeta desde el espacio exterior, ¿cómo podríamos describir todo lo que en él ocurre a diario? Tal vez hablaríamos de su espectacular apariencia física, de la forma en que vivimos, de los tipos de familias en los que crecemos, de los sentimientos que experimentamos, de los avances científicos que hemos conseguido, de la variada climatología, de nuestras principales manifestaciones culturales… Pero también deberíamos mencionar las partes menos bonitas de nuestra existencia, de aquellas personas que carecen de hogar, del inexorable paso del tiempo y de cómo este hace mella en nosotros y en lo que nos rodea, de la parte del planeta que aún no prioriza la ayuda al prójimo como motor vital… Todo ello, y mucho más, tiene cabida en este humilde y bello alegato que la autora, tal y como describe en el epílogo, ideó en las cumbres del Himalaya, mientras intercambiaba dibujos y comida con unos niños del lugar. Una fascinante reflexión, en tono poético e ilustrada con delicadeza, que culmina en un pequeño test para el lector. La obra, ideal para realizar una lectura compartida con posterior diálogo, ha figurado en el ranking de los mejores libros del año para la sección de cultura de algunos de los más importantes magacines y periódicos norteamericanos.  

Si alguien viniera a nuestro planeta desde el espacio exterior, ¿cómo podríamos describir todo lo que en él ocurre a diario? Tal vez hablaríamos de su espectacular apariencia física, de la forma en que vivimos, de los tipos de familias en los que crecemos, de los sentimientos que experimentamos, de los avances científicos que hemos conseguido, de la variada climatología, de nuestras principales manifestaciones culturales… Pero también deberíamos mencionar las partes menos... Seguir leyendo