Se dice que este es el cuento más autobiográfico de Andersen. Y es que, efectivamente, el autor danés siempre tuvo el complejo de pobre, feo y desgarbado, y el empeño de toda su vida fue conseguir el reconocimiento de los demás. Cosa que, como se sabe, consiguió. Al igual que el patito feo, tras una infancia y adolescencia desgraciadas, el Andersen adulto disfrutó de la admiración general. Una historia impresionante, aunque esta versión para pequeños aligera en parte las penosas peripecias del maltratado patito. Las ilustraciones de Max, con acertados guiños de humor, contribuyen a ello. Se dice que este es el cuento más autobiográfico de Andersen. Y es que, efectivamente, el autor danés siempre tuvo el complejo de pobre, feo y desgarbado, y el empeño de toda su vida fue conseguir el reconocimiento de los demás. Cosa que, como se sabe, consiguió. Al igual que el patito feo, tras una infancia y adolescencia desgraciadas, el Andersen adulto disfrutó de la admiración general. Una historia impresionante, aunque esta versión para pequeños aligera en parte las penosas peripecias del maltratado patito. Las ilustraciones de Max, con acertados guiños de humor, contribuyen a ello.

El patito feo

Es verano. El trigo está dorado y la avena, verde.
Entre las hojas del lampazo que rodean una casa vieja hay una pata sentada sobre su nido.
Está muy cansada: ¡hace tanto que está incubando!
Finalmente, los huevos comienzan a abrirse uno tras otro:
Crec, crec...
Crec, crec...
Cuac, cuac... –dice la pata a los patitos que sacan la cabeza.
Cuac, cuac –replican ellos, y añaden maravillados–: ¡Qué grande es el mundo!