Con una prosa limpia, bella, casi perfecta, el autor de esta novela nos acerca de la forma más cruda al intenso dolor de una adolescente que acaba de perder a su madre por culpa de un infarto. El dolor verdadero no se puede edulcorar. En la mente traumatizada de la joven cabe la fantasía, cabe la música, tiene presente a su padre, pero el vacío de su corazón es tan profundo que sólo cabe hacerse preguntas sin respuesta o preguntas cuya respuesta concluye siempre con la inexorable realidad de la muerte. La fe resulta inútil y nunca se plegará a la rendición que supone la resignación. Un relato hermoso y tan cruel como la vida. Con una prosa limpia, bella, casi perfecta, el autor de esta novela nos acerca de la forma más cruda al intenso dolor de una adolescente que acaba de perder a su madre por culpa de un infarto. El dolor verdadero no se puede edulcorar. En la mente traumatizada de la joven cabe la fantasía, cabe la música, tiene presente a su padre, pero el vacío de su corazón es tan profundo que sólo cabe hacerse preguntas sin respuesta o preguntas cuya respuesta concluye siempre con la inexorable realidad de la muerte. La fe resulta inútil y nunca se plegará a la rendición que supone la resignación. Un relato... Seguir leyendo

Doce preguntas a un piano

María ya no es una niña. Hoy cumple catorce años. «Eres toda una mujer», le ha dicho su padre por la mañana, y la ha abrazado tiernamente, sin mirarla a los ojos. Luis, su padre, es alto, fuerte, esbelto, aunque ahora tiene un aspecto desaliñado. María ha apoyado la cabeza sobre el pecho de él, con la oreja pegada a la camisa semiabierta y arrugada, y ha escuchado los latidos del corazón, que sonaban lejanos y cansados, como el triste tañido de la campana de una ermita perdida entre montañas. Un casi imperceptible sollozo ha reverberado en el esternón, acariciando el oído de María como un gatito que tiembla al contacto, sacudido por un suave calambre.