Érase que se era un hombrecito que parecía haber perdido la alegría de vivir, ahogado por la rutina y por esos trajes invariablemente grises que insistía en vestir; la monotonía presidía su vida y los sueños porque... ¿tenía sueños nuestro pequeño oficinista? Pues claro, todos tenemos aspiraciones y anhelos que queremos ver cumplidos algún día, si es posible, no muy lejano. Pero para que estos se cumplan, como los mayores sabemos bien, hace falta mucha voluntad y un poco de suerte. Y eso, justamente, es lo que le sucederá a nuestro protagonista, como si el autor de este entrañable relato quisiera hacernos partícipes de un secreto: también la plenitud y la felicidad aguarda a los humildes, a la gente corriente. La recopilación de cuentos breves como El hombrecito vestido de gris se convirtió en un hito de la literatura infantil de los setenta, época en la que se reivindicó especialmente una literatura para niños que ofreciese autoafirmación y esperanza frente a una sociedad que lastre la emoción y los deseos. Obtuvo el Premio Lazarillo en 1977 y ha sido reeditado en 2019 cuando se cumplen ocho años de la desaparición del emblemático ilustrador madrileño que firma la colección de imágenes que acompañan al texto.

El tiempo pasa lento para Martín. Su madre le ha dicho que volverán pasado mañana. El abuelo le dice que eso pueden ser dos días o tres. Eso es mucho o poco, depende.  Nos irá presentando a su familia: sus padres, sus abuelos y su hermano, Bruno, mayor que él y con síndrome de Down. No sabremos hasta el final el motivo de preocupación de la familia. Vamos deduciendo poco a poco que algo ocurre por los datos que ofrece el niño. Bien secuenciada, sin caer en la sensiblería, el autor sabe transmitir los sentimientos de los personajes y sus querencias.

Aparentemente todo sigue igual en la Casa del Árbol, la abuela de Fran esperándolo y su abuelo ocupado de sus cosas. Si no fuera por la grúa que acecha con derribar la casa para continuar la autopista, parecería que el tiempo no ha pasado. Después de un sueño, Fran siente que debe volver al pueblo, lo que implica volver al pasado, a la adolescencia, a ese verano en el que parece que se hizo mayor y ya nada volvió a ser lo mismo. Volver a aquella calma, a aquellas tardes eternas en las que no había otra preocupación que compartir el tiempo con los amigos. Una vuelta al pasado para cerrar algo que quedó abierto y parece haber llegado el momento de enfrentarlo. Ganadora del Premio Edebé de literatura juvenil, esta es una novela que trata el paso de la adolescencia a la primera madurez. Algo que indudablemente implica un sufrimiento y una nostalgia por lo pasado, aunque la autora lo aborda sin traumas, de una forma muy fresca, de manera que lo vivido le podría ocurrir a cualquier adolescente del mundo que se encuentra ante la disyuntiva de crecer.

Nicolás es el narrador que da cuenta de la vivencia de la muerte, de la amistad como fuerza positiva que restaura el equilibrio, del viaje iniciático que emprenden los amigos por el fondo del barranco, del crecimiento personal. Su especial forma de narrar, en presente y mediante frases esenciales que hacen significativo lo que se cuenta y lo que no, espolea la imaginación del lector. Desde el original argumento a las ilustraciones, sombrías, austeras, y al llamativo formato asimétrico que resalta la presencia del barranco, es un álbum singular al que se vuelve intrigado después de cerrarlo.

Catalina Seguridad recuerda su infancia, cuando vivía en el distrito décimo en Paris y asistía a clases de ballet. Es hija de una bailarina y de un hombre que trabaja con el transporte de mercancías que no parecen ser del todo legales. Su madre viaja a Estados Unidos a trabajar y el reencuentro de la familia se prolonga mientras su padre arregla sus negocios. Es en esta espera y el transcurrir de los días en los que se desenvuelve el relato de Catalina Seguridad, una narración llena de silencios y pequeños misterios que dejan entrever una realidad distinta a la que se quiere vivir y recordar y en la que la complicidad y el afecto entre padre e hija liman las asperezas de la vida. Con trazos suaves y colores pastel, la obra se encuentra bellamente ilustrada por Jean-Jacques Sempé, famoso por ser el creador, junto con René Goscinny, del pequeño Nicolás.

Novela sobre la nostalgia y la memoria. Adelaida hace un viaje simbólico en un tren que se queda sin carrilera y gracias al cual rememora su vida y las pérdidas que ha sufrido y que la han sumado en una soledad profunda, únicamente habitada por quienes ya no existen. La voz narrativa adopta la perspectiva de los personajes que han sido cruciales en la vida de Adelaida y al adoptar sus voces, salta del pasado al presente y hace vividos los recuerdos de la protagonista. Recordar a quienes han muerto paradójicamente acerca a la protagonista a la vida y la aleja de la muerte que supone el olvido. Con una prosa profundamente poética y de una cadencia llena de armonía y sonoridad, Helena Iriarte logra adentrarse en la identidad de un personaje a través de los recuerdos emotivos que la mantienen viva.

¿Qué es el tiempo? son los meses del año o los días de la semana. Tal vez las estaciones del año o las horas, minutos y segundos que marca un reloj. A lo mejor es el día y la noche o el ayer y el ahora. Poemario ilustrado donde el lector podrá descubrir entre versos todo lo que esconde la palabra Tiempo. Las ilustraciones de Emilio Urberagua, con toques de humor, acompañan y reflejan a la perfección lo expuesto en el texto, escrito en letra ligada. Una obra que invita a una lectura en voz alta para compartir y disfrutar en familia.

Bartolomeu Campos nos presenta un álbum sobre el tiempo, la memoria y la vejez a través de un diálogo que mantiene un anciano y un niño. Diferentes respuestas filosóficas se encuentran presentes ante la pregunta ¿Qué es el tiempo? Una historia donde la ilustración, de manera cuidada y con toques surrealistas, cobra un gran protagonismo y se complementa con el texto aportando conexión y coherencia. El resultado, una obra con pinceladas poéticas y de calidad que invita a reflexionar sobre el tiempo y encontrar respuestas.

Singular poemario con el tiempo cronológico como hilo conductor. Composiciones breves y repletas de metáforas que hablan de todo tipo de relojes, trazando una imagen humanizada de estos objetos cotidianos y mostrando de una manera ingeniosa y surrealista todos sus elementos y engranajes. Ilustraciones geométricas, laboriosas y con gran número de detalles. Simetrías, esferas, línea rectas, líneas curvas acompañan las horas que marcan estos peculiares relojes.

Título perteneciente a la colección «Clave de sol» que rescata canciones populares para cantar y contar acompañadas de la partitura e ilustradas con dibujos que facilitan la teatralidad de las canciones. «Chumba la cachumba...» es el estribillo de una vieja canción que muestra de forma divertida el paso del tiempo y la sucesión de las horas. Las cómicas ilustraciones presentan un insólito cementerio en el que los esqueletos se mueven representando con cierta ironía la acción que se indica en cada hora.

Un tierno álbum en el que en primera persona se nos cuenta la experiencia de un niño que va cada viernes a desayunar con su padre a una cafetería. Todo le parece grande y apresurado, pero no importa porque está con su padre, y eso es lo que más le gusta en el mundo. La descripción de los momentos en común es entrañable e intenta reforzar la importancia de que cada progenitor tenga una relación sana y cercana con sus hijos. En un mundo con tanta prisa, es agradable leer cómo se disfruta de un paseo y un desayuno en compañía.

Desde principios de los años noventa del siglo XX, el gran creador de historias manga Jiro Taniguchi se despega del cómic de consumo popular para regalarnos una producción más madura, reflexiva y personal, entre la que destaca Barrio lejano. Es una romántica novela gráfica en dos tomos que contempla con añoranza la infancia como un estado de sosiego, despreocupación e inocencia. Temas como la condición humana, los recuerdos perturbadores de la niñez y el peso de la tradición están muy presentes en esta obra de trazo exquisito y perspectiva distante que convierte al lector en un observador privilegiado.

Puede parecer que sólo se trata de árboles pero se descubrirá que entre sus raíces, dentro de los agujeros de sus troncos, hay un mundo bullicioso habitado por una colonia de ratones. Es el Seto de las Zarzas. Las estaciones marcan los cambios: determinan las celebraciones, las excursiones, cuándo hay que recolectar y cuándo trabajar en equipo. La alegría y la aventura, la amistad y el juego, las ricas comidas y la música marcan el día a día en este universo poblado por graciosos y tiernos roedores. El Seto de las Zarzas es un libro tranquilo que amerita ser compartido en el preludio del sueño o en uno de esos momentos de intimidad y complicidad que puede brindar el colegio.

En esta poética y musical creación conoceremos a un entrañable personaje, la costurera del sonido, que con paciencia y delicadeza busca a lo largo y ancho del mundo los sonidos escondidos, los no escuchados, los ignorados, para unirlos en su Canción del Mundo, que construye junto con su hermano, el Tiempo, y su padre, el Silencio. Una herramienta creativa y emocionante que ayudará a los niños a afinar su escucha, a discriminar elementos tales como el tempo o el silencio, y a ser consciente de la belleza de la música.

Miranda ha aprendido a manejarse en la vida y en el barrio siempre acompañada por su fiel amigo Sal. Ahora parece que sus caminos deben, si no separarse, sí avanzar en paralelo, y eso da miedo. Desde esta recién estrenada soledad, Miranda descubrirá la libertad de tener nuevos amigos, de enamorarse un poco y de tener que interpretar sin ayuda de nadie la presencia de un adulto desconocido que le deja notas, y que parece conocer su propia vida mejor que ella misma. Una novela cotidiana y real que nos sorprende con un elemento fantasioso y de misterio que hará disfrutar al desconcertado lector.

No es fácil hallar una obra sobre las estaciones que destaque por su calidad y que, además, aporte novedad al género. Ésta lo consigue. Más que mostrar los cambios que se producen con el paso de las estaciones, este libro de imágenes nos invita a observar nuestro entorno, a establecer asociaciones, a tomar conciencia de cómo el tiempo no sólo es cíclico sino que a veces se prolonga y otras se intensifica según el clima. Una obra que le devuelve la complejidad a un tema a menudo empobrecido sin sacrificar por ello su proximidad.

Este libro sin palabras consigue transmitir el complejo y asombroso periplo vital de una oruga. Junto a la historia de la metamorfosis, también somos testigos del paso de las estaciones, del proceso que marca el nacimiento, desarrollo y muerte, así como la reproducción que asegura la supervivencia de la especie, o de la circularidad de los ciclos naturales. Este extraordinario trabajo de diseño demuestra que casi cualquier tema puede ponerse al alcance de los niños si pasa por la manos de un buen divulgador.

Stephen Howking resume aquí su libro Historia del tiempo, adaptándolo para la divulgación científica y la mejor comprensión del público poco familiarizado con la física teórica (es decir, la mayoría). En él pueden encontrarse, aunque no siempre con la sencillez buscada, la historia del Universo, la naturaleza de las distintas teorías científicas que lo han vislumbrado según sus propios parámetros, la teoría de la relatividad de Einstein, la explicación del Bing bang y la expansión del Universo y la existencia de los «agujeros negros».

En casa de la abuela el reloj de pie no funciona. Pero para la abuela eso no es un problema porque tiene otros muchos relojes que le dicen la hora que es. En esta emotiva historia, contada con un lenguaje muy sencillo, se muestra al lector la idea del reparto del tiempo, reflejado a través de unas ilustraciones muy expresivas que inundan de sensaciones y emociones el relato.