La venganza es mía, S.A.

Cuando me desperté, estaba nevando.
Supe que estaba nevando porque había una especie de resplandor en la habitación y afuera todo estaba en silencio. De la calle no llegaban ruidos de pisadas ni de neumáticos; sólo de los motores de los coches. Alcé los ojos y vi a George, con su bata verde, inclinado sobre la cocina de petróleo, preparando el café.