El autor recoge la herencia de un personaje popular de la literatura china introduciéndonos en la sociedad oriental del siglo VII. Gracias a un prefacio en el que se explica el sistema legal vigente en aquella época y al detallado mapa de personajes, como en las novelas clásicas de detectives, no será difícil acompañar al magistrado en sus pesquisas a lo largo de varios casos que tienen lugar en la ciudad de Penglái.
Tres crímenes misteriosos que constituyen todo un rompecabezas para iniciar la serie y con los que no solo se disfruta al resolver cada trama, sino también conociendo los rincones más oscuros y sórdidos de la enigmática China Imperial. Aunque el eje central está constituido por un caso, el resto de aventuras no desmerecen a la principal. En todas ellas prima un estilo directo y sencillo, desnudo de barroquismos, para facilitar la lectura. Como novedad a la reedición se incluyen las ilustraciones originales del autor holandés y un relato inédito. Una propuesta especialmente atractiva para todos los jóvenes de mayor edad aficionados al misterio.
El autor recoge la herencia de un personaje popular de la literatura china introduciéndonos en la sociedad oriental del siglo VII. Gracias a un prefacio en el que se explica el sistema legal vigente en aquella época y al detallado mapa de personajes, como en las novelas clásicas de detectives, no será difícil acompañar al magistrado en sus pesquisas a lo largo de varios casos que tienen lugar en la ciudad de Penglái.
Tres crímenes misteriosos que constituyen todo un rompecabezas para iniciar la serie y con los que no solo... Seguir leyendo
El asesinato del magistrado

Tres hombres saboreaban silenciosamente su vino en el piso superior del Pabellón de la Felicidad y la Tristeza, que tenía vistas al camino que cruzaba la puerta norte de la capital imperial. Desde tiempos inmemoriales, este viejo restaurante de tres pisos, construido con tablones de madera de pino, había sido el lugar tradicional donde funcionarios metropolitanos iban para despedirse de los amigos que marchaban a puestos en el interior, y donde volvían para recibirlos cuando, al terminar su mandato, volvían a la capital.