En un bosque de hoja caduca

A veces me cuesta recordar lo que sentía cuando era niña; lo que pensaba, hasta lo que veía. Y necesito hacerlo porque no puedo ser quien soy si no consigo rescatar de mi memoria todas aquellas sensaciones. Son momentos de desconcierto porque no lo logro. Pero, otras veces, creo que estoy cerca; otras veces, como ahora, me asomo a la niñez de nuevo y entonces los aromas del bosque llegan a mí puros, vigorosos, casi ingenuos. Pero escribir «aromas casi ingenuos» es una tontería porque lo escribo desde la que soy ahora: una mujer adulta que duda de lo que fue y sintió cuando tenía doce años. De modo que supongo que sí; aquella niña era yo.