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Comprensión lectora y autorregulación (Segunda parte)

Enseñar a autorregular la comprensión lectora

Si, como acabamos de ver, la competencia lectora implica un mayor grado de conocimiento y de control de la propia comprensión de los textos, la enseñanza debería favorecer su desarrollo. Sin embargo, la enseñanza tradicional no fomenta precisamente la regulación autónoma de la comprensión lectora. Los estudiantes están habituados a leer bajo el control que ejerce el profesor. Generalmente, es el profesor quien selecciona los textos, fija los objetivos que han de alcanzar sus alumnos, planifica las tareas de lectura, identifica las dificultades que experimentan y evalúa el logro de los objetivos. El estudiante en este contexto se limita a responder a la instrucción sin llegar a comprender por qué, cuándo y cómo deben emplearse los procedimientos de lectura que se le induce a practicar. Esta práctica «ciega» conduce a muchos estudiantes a representarse la lectura como un ejercicio más o menos rutinario y mecánico, que tienden a realizar con el mínimo esfuerzo posible. Si lo que pretendemos es favorecer la autorregulación, es necesario que ayudemos a los estudiantes a enfrentarse a las tareas de lectura de forma reflexiva y autorregulada. De manera más específica, se trata de conseguir que los alumnos se enfrenten a la lectura con unos objetivos claros, que planifiquen las acciones que tienen que llevar a cabo para alcanzarlos, que autogestionen las dificultades que puedan presentarse a los largo del proceso y que se autoevalúen.

Aunque es evidente que el profesor no debe declinar su responsabilidad en el proceso de evaluación y regulación de la comprensión y del aprendizaje que realizan sus alumnos a partir de los textos que leen, sí puede compartirla con ellos. Para fomentar el desarrollo del conocimiento metacognitivo y favorecer la regulación activa de la comprensión lectora, profesor y alumnos podrían colaborar en actividades de lectura conjunta, en lugar de pedirles simplemente que lean por su cuenta y exigirles que comprendan.

Durante estas actividades de lectura compartida habría que proporcionar a los estudiantes oportunidades para reflexionar sobre:

  • Sus propias prácticas lectoras.
  • Las dificultades que experimentan.
  • Su rol como lectores.
  • Las diferentes tareas de lectura con las que tienen que enfrentarse.
  • Los diferentes tipos de textos que tienen que leer.

Mediante la reflexión conjunta, profesor y alumnos pueden explicitar, negociar y llegar a compartir los objetivos de la actividad, el plan de acción a seguir, los criterios de evaluación, los logros y las dificultades, así como los medios para superarlas. Solo así puede facilitarse el paso de la regulación externa, ejercida por el profesor, a la regulación interna o autorregulación, ejercida por el propio estudiante.

En este proceso de transferencia gradual del control, el profesor actúa como modelo y guía del proceso de comprensión y de aprendizaje de sus alumnos, ayudándoles a tomar las decisiones que el lector competente adopta cuando se enfrenta con un texto. El nivel de ayuda que ofrezca deberá ajustarse a las necesidades y dificultades que manifiesten los estudiantes en cada momento. A medida que los alumnos vayan interiorizando las ayudas o guías proporcionadas por el profesor, éste podrá ir cediéndoles paulatinamente el control del proceso lector, dejándoles que tomen sus propias decisiones y que evalúen por sí mismos el logro de los objetivos fijados. El siguiente diagrama (Mateos, 2001) representa el proceso de transferencia gradual del control de la actividad durante la lectura.

 

Las actividades de lectura en grupos pequeños de estudiantes, que reflexionan y toman conjuntamente las decisiones durante la tarea, pueden favorecer también el desarrollo de la autorregulación. A diferencia de la práctica guiada, donde es el profesor el que comparte con los estudiantes la responsabilidad de completar la lectura de un texto, en las situaciones de lectura cooperativa, el profesor cede el control de la actividad al grupo, para distribuirse entre sus miembros. En este proceso de transferencia gradual del control, cuando el alumno llegue a estar en condiciones de leer individualmente sin el apoyo directo del profesor o de sus compañeros, todavía se le puede proporcionar cierto nivel de ayuda mediante el uso de guías de auto-interrogación. Este tipo de guías recogen las preguntas que el alumno debería plantearse a sí mismo para regular su comprensión lectora.

En definitiva, si queremos ayudar a los alumnos a comprender mejor los textos que han de leer, tenemos que concienciarnos de la necesidad de promover en ellos la reflexión y regulación sobre sus propios procesos de comprensión.

Este texto es una colaboración de Mar Mateos

 
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