El hombre de los dos corazones

Cuando la casa se quedaba en silencio por las noches y solo se escuchaba el murmullo de los grillos, Raquel, niña asustadiza, se deslizaba sigilosa por el pasillo como una sombra gatuna. Se metía en la habitación de sus padres y se quedaba con ellos hasta que el sueño la vencía. Entonces su padre la llevaba a su cuarto, y al amanecer la niña despertaba sorprendida al encontrarse de vuelta en su propia cama. Una noche, a comienzos del verano, Raquel creyó oír los gruñidos afilados de un gran monstruo peludo debajo de su cama y se fue corriendo al cuarto de sus padres a conjurar sus miedos. Su madre decidió inventarse una historia para dormir a Raquel.