Una costura en el tiempo

Aún resonaban en su cabeza las últimas palabras que la cancerbera había pronunciado como lacónica despedida antes de cerrar la puerta de la Casa.
–Esta vez procura no decepcionarnos. Si no hay resultados, la Madre hará que desaparezcas. Es tu última oportunidad. No la desperdicies.
Ranunca miró de nuevo el portón de gruesas tablas de castaño. Desde la primera vez que traspasó aquel umbral, su vida no había sido más que una sucesión de pesares encadenados. Aún así, dentro de la Casa estaba el futuro, la oportunidad de ser alguien en aquel mundo de sombras. Quedarse fuera significaba simplemente no existir. «Mejor no existir que desaparecer», musitó para sí.