La bicicleta de Selva

Conocí a Selva hace muchos años. A pesar de su nombre o tal vez por él, Selva era negra y alegre, y tenía ojos de mar. Cuando la veía en clase, inclinada hacia el cuaderno, yo pensaba en un tronco en mitad de la selva. Pero luego ella levantaba el torso, me miraba y sonreía. En su risa y en sus ojos no estaba la selva, estaba la mar.