Cecilia Herrerilla

Con la llegada de la primavera, los pajarillos empezaban a posarse cantarines sobre las ramas del viejo abeto, aún dormido. Los gorriones y los estorninos eran los primeros en entonar sus canciones. Luego aparecían el mirlo y la mirla, el zorzal y, de regreso, de su largo viaje, la torcaz con sus arrullos. Pronto el abeto se vio invadido, hasta la cima, de alegres cantos y bellas melodías.