Todo el que se haya sumergido con anterioridad en la hipnótica narrativa de la autora británica sabe que Hardinge posee un talento innato para configurar mundos fantásticos, sometidos a reglas particulares, donde es visible el poder e influjo de la naturaleza sobre los humanos. En esta nueva colaboración con la excelente artista Emily Gravett, -ya lo había hecho en La isla de los susurros-; diseñadora ideal para dar vida a esos universos particulares, ofrece una incursión por un universo inesperado, formado por humildes tribus residentes entre los restos de un gigantesco y dañado Muro que, en su momento de esplendor, trató de frenar el avance implacable del Bosque. Pluma parte de una de esas zonas aisladas, traicionada por Merildun, y queda varada más allá de la construcción. Sin apenas confianza en ella misma, el viaje iniciático demuestra a la joven sus verdaderas posibilidades, y poco a poco -en compañía de un hurón-, labra un sendero de conocimiento e intercambio de sabidurías hasta llegar al mar, verdadero símbolo de la libertad. El tono de la novela no es, en ningún momento, moralista, hay múltiples aristas y posibles interpretaciones, algo habitual en el estilo de esta escritora. Como complemento, las enredaderas -apuntes gráficos que se enroscan en los arrabales del texto-; y las láminas a página completa, capturan esa atmósfera a ratos angustiosa, a través de diseños a lápiz, con posterior retoque digital, en tonalidades blancas, verdes y sombrías. Un relato tan breve como complejo que reivindica a la creadora de Brighton como una de las voces más originales del fantasy actual.
Otras historias de Frances Hardinge en CL
La autora, en el marco del proyecto "Lectura ambiciosa y valores democráticos" de la FGSR, visitó recientemente Madrid (Casa del Lector) y Segovia
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El bosque de los mil ojos

- Tú problema - murmuró el viejo Ascua mientras le rapaba la cabeza a Pluma- es que tienes ideas.
La muchacha se sostenía la punta de las orejas hacia abajo, con las yemas de los dedos, para mantenerlas alejadas de la apresurada cuchilla profesional que Ascua le pasaba por el cuero cabelludo. Estaba acostumbrada tanto a la hoja de afeitar como a los sermones del anciano.