La voz de madrugada
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El consultorio psiquiátrico estaba en un cuarto piso de la parte alta de Enrique Granados. El viejo ascensor del edificio tenía temblores crónicos desde hacía muchos años. Los cables y la cabina de madera, acristalada, los habían soportado hasta aquel día sin otro percance que las típicas averías, cada vez más frecuentes e inevitables.