Cómo escribir realmente mal

Yo no soy un tarugo. Ni un estúpido intergaláctico. Ni se me ponen los ojos llorosos, ni moqueo cuando me ocurre algo malo. Pero confieso que, cuando contemplé la deprimente ciénaga que iba a ser mi nueva clase, me eché a temblar. Sí, definitivamente, me había convertido en un pupas.
-¡Atención, niños, buenas noticias!
La señorita Encarnita dio una palmada y se volvió hacia las filas de ojos apagados que me observaban por encima de sus pequños y mugrientos pupitres.
-Este trimestre tenemos un alumno nuevo.