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El valor de la lectura en el desarrollo integral de la persona (Segunda parte)

 

La lectura y la creación de un clima que favorece la convivencia

La lectura favorece la creación del necesario ambiente de tolerancia que hace más fácil nuestra convivencia y contribuye a mejorar nuestras relaciones sociales. Porque el secreto de una vida socialmente pacífica reside en la tolerancia bien entendida: respetando las ideas, prácticas o creencias de los demás cuando son diferentes o contrarias a las nuestras; pero no consintiendo algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.

A este respecto son muy lúcidas las palabras de Enrique Rojas:

«Aprender a dialogar es una de las facetas centrales de la convivencia. Ser capaces de escuchar y simultáneamente de argüir, demostrar argumentos, de expresar la propia opinión. De este modo, uno es capaz de estar en desacuerdo sobre un tema concreto, pero expresa esta divergencia sin ofender, ni faltar. / Muchas incompatibilidades de caracteres arrancan de aquí, por no asimilar adecuadamente esto. Se trata, en el fondo, de aceptar el pluralismo. Cuando se tiene esta visión más amplia, el horizonte se ensancha y se hace más llevadera la vida y su gramática específica. / Ser pluralista no es buscar identidad de criterios, ideas y gustos, sino aceptar de buen grado la diversidad.»6

La armonía de la convivencia parte del diálogo fructífero; y para que éste se produzca es necesario saber escuchar con la atención debida.
La palabra poética de Antonio Machado es, en este sentido, concluyente:«Para dialogar, / preguntad primero; / después... escuchad».
Y no estaría de más recordar aquí algunas palabras del discurso del escritor y semiólogo italiano Umberto Eco, pronunciado en Jerusalén con motivo del doctorado honoris causa que le fue concedido por la Universidad Hebrea: «Debemos enseñar a los jóvenes que viven en contacto con personas de origen distinto que su recíproca diversidad no es un obstáculo para la vida en común, sino más bien una fuente de enriquecimiento mutuo. Nosotros decimos que no nos volvemos iguales negando la existencia de las diversidades. Las diversidades existen y hay que reconocerlas. [...] Si nohubiese diferencias no podríamos entender siquiera quiénes somos: no podríamos decir “yo” porque no tendríamos un “tú” con el que compararnos. Digamos que igualdad significa que cada uno tiene derecho a ser distinto a todos los demás. Intentemos hablar a los niños de los estereotipos racistas, de la intolerancia, del prejuicio, de los guetos, de las favelas, del apartheid, de la deportación, del genocidio. [...] Si has sufrido como miembro de un grupo oprimido, debes hacer que en un futuro otros no padezcan tus mismos sufrimientos.»7 Indiscutiblemente, las palabras de Eco son toda una alegoría de la tolerancia y nos ponen en el camino para reforzar y defender los valores universales fundamentales que conducen a una vida pacífica.

Demos ahora la palabra al poeta del pueblecito onubense de Moguer, y recreémonos leyendo uno de sus poemas menos conocidos, en el que se ensalza el valor de la tolerancia:


Distinto

Lo querían matar
los iguales,
porque era distinto.
Si veis un pájaro distinto,
tiradlo;
si veis un monte distinto,
caedlo;
si veis un camino distinto,
cortadlo;
si veis una rosa distinta,
deshojadla;
si veis un río distinto,
cegadlo...
si veis un hombre distinto,
matadlo.
¿Y el Sol y la Luna
dando en lo distinto?
Altura, olor, largor, frescura, cantar, vivir
distinto
de lo distinto;
lo que seas, que eres
distinto
(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre):
si te descubren los iguales,
huye a mí,
ven a mi ser, mi frente, mi corazón distinto.

Juan Ramón Jiménez nos ha expresado con toda claridad su mensaje de profundo contenido humano: Si la naturaleza es variopinta -el Sol y la Luna son únicos y, por tanto, distintos- y no hay monte o camino o rosa o río o pájaro igual a otro. Sucede lo mismo con los seres humanos: precisamente lo que nos diferencia a unos de otros es lo que enriquece nuestras relaciones humanas. Pero «los iguales» –los que piensan y actúan de un modo fijado de antemano– acechan, y no aceptan «la diferencia»: no toleran que otros piensen de otra manera, que sientan de otra manera...; en definitiva, que sean de otra manera. Son esos «iguales» que viven sumidos en la intolerancia, el racismo... Y frente a ellos, surge un poeta –Juan Ramón Jiménez, ser distinto donde los haya, y dotado de una exacerbada sensibilidad– ofreciendo su apoyo a los perseguidos por la insolidaridad y la injusticia.

Al margen del texto, sintamos y hagamos como Juan Ramón Jiménez: convirtamos la disponibilidad hacia los demás en norma de conducta vital; y veamos en «la diferencia» la prolongación enriquecedora de nuestra propia personalidad. De esta forma superaremos posturas autoritarias e intolerantes, racistas y xenófobas, y contribuiremos a la consecución de un mundo más justo y solidario. Ese es el auténtico valor del respeto a «la diferencia». Y necesitábamos de la colaboración de un poeta para saberlo expresar con su especial personalidad artística; en un quehacer literario que, en mayor o menor grado, encuentra en la «obra de arte» su razón de ser.

El desarrollo de la sensibilidad a través de la lectura

Especial relevancia tiene la lectura para estimular el goce estético. En el ámbito de la literatura, por ejemplo, se cuentan por miles las obras que reúnen aquel mínimo de calidades lingüísticas y literarias que las hacen aptas para favorecer, además de un dominio cada vez mayor del idioma por parte de sus lectores, un progresivo desarrollo de sus capacidades estéticas. Y ya que de literatura hablamos, abogamos por una justa combinación de la lectura de las grandes obras de autores consagrados de la literatura intemporal –lectura guiada por los profesores, en el ámbito escolar, para asegurar una comprensión más satisfactoria– con la de obras propias de la literatura juvenil actual, capaces –por su temática y lenguaje– de intensificar el placer de leer y de implicar al lector en dichas obras. 8 Y, de esta manera, la lectura de obras de «literatura para adolescentes», más que un fin en sí misma, se convertiría en un medio para acceder al conocimiento y disfrute de esa «otra» literatura que cualquier persona medianamente instruida debería saber apreciar. Porque, en definitiva, la lectura de textos literarios –de la buena literatura– es una vía indiscutible para contribuir a una formación integral como personas.

Es ahora el trasfondo humano de «una de las más luminosas voces poéticas españolas», en opinión de Camilo José Cela, la que nos conmueve con sus versos. La lectura de este hermoso poema sirve para corroborar las palabras de nuestro Premio Nobel de Literatura.


Labrador

Labrador,
ya eres más de la tierra que del pueblo.
Cuando pasas, tu espalda huele a campo.
Ya barruntas la lluvia y te esponjas,
ya eres casi de barro.
De tanto arar, ya tienes dos raíces
debajo de tus pies heridos y anchos.
Madrugas, labrador, y dejas tierra
de huella sobre el sitio de tu cama,
a tu mujer le duele la cintura
por la tierra que dejas derramada.
Labrador, tienes tierra en los oídos,
entre las uñas tierra, en las entrañas;
labrador, tienes chepa bajo el hombro,
y es tierra acumulada,
te vas hacia la tierra siendo tierra,
los terrones te tiran de la barba.
Ya no quiere que siembre más semillas,
que quiere que te siembres y te vayas,
que el hijo te releve en la tarea;
ya estás mimetizado con la parva,
estás hecho ya polvo con el polvo
de la trilla y la tralla.
Te has ganado la tierra con la tierra,
no quiere verte viejo en la labranza,
te abre los brazos, bella por el surco,
échate en ella, labrador, descansa. 9

Sí. La poesía puede seguir siendo esa «arma cargada de futuro expansivo / con que te apunto al pecho», que proclama Gabriel Celaya en sus versos10; porque, como decía esa otra voz poética –también de extraordinaria humanidad–, Gloria Fuertes, un libro en manos de un niño es el mejor medio para evitar que, de mayor, empuñe una navaja; esa Gloria Fuertes cuyos poemas –dulces o amargos– reflejan su capacidad de amor hacia todo cuanto le rodeaba, y su compromiso en favor de la construcción de un mundo más justo y solidario, más culto y más libre. Retomemos, una vez más, sus versos, entresacados de La poesía no es un cuento11


Mi voz de zambomba

Mi voz de zambomba ronca
te dice lo que he gritado,
lo que he vivido te dice,
e dice lo que he cantado.
Mi voz de zambomba zumba
cariñosa en tu costado,
mi verso, látigo dulce,
lo sé, que puede hacer daño
–sólo es un daño poético
que evita un terrible daño–.
Ama, ama, quiere y ama,
sólo así serás el amo.

Poema al no

No a la tristeza.
No al dolor.
No a la pereza.
No a la usura.
No a la envidia.
No a la incultura.
No a la violencia.
No a la injusticia.
No a la guerra.
Sí a la paz.
Sí a la alegría.
Sí a la amistad.
 

Este texto es una colaboración de Fernando Carratalá Teruel
 

Bibliografía y notas
6. Cf.: Rojas, Enrique: «El drama de la convivencia». Artículo aparecido en el diario ABC.
7. Cf.: Eco, Umberto: «La fuerza de la cultura podrá evitar el choque de civilizaciones». En este discurso –publicado por el diario El País, con fecha 12 de junio de 2002, y que consideramos de obligada difusión–, Eco reflexiona sobre el valor de la cultura como sinónimo de concordia, y se presenta el ambiente académico como el foro más idóneo para facilitar el intercambio pacífico de puntos de vista encontrados, y para favorecer, así, la tolerancia.
8. Es de justicia reconocer aquí el esfuerzo de muchos de nuestros escritores actuales, empeñados en hacer asequible a los adolescentes el «hecho literario»; autores que escriben pensando en ellos, y cuyas obras abordan los problemas que son propios de la juventud. Su forma de hacer literatura –y de llevarla a los centros educativos por medio de charlas y conferencias sobre sus obras, previamente leídas por los alumnos–, y que no desmerece de otra cualquiera digna de tal nombre, está logrando, en cierta manera, fomentar el hábito de la lectura entre determinados jóvenes, que rechazan cualquier otro tipo de literatura. La relación de estos autores –españoles– sería interminable; pero, por citar algunos de los más conocidos, valga esta breve nómina como botón de muestra: Manuel Alfonseca, Bernardo Atxaga, Lucía Baquedano, Montserrat del Amo, Juan Farias, Joan Manuel Gisbert, Alfredo Gómez Cerdá, Concha López Narváez, Andreu Martín, Antonio Martínez Menchén, José María Merino, Carlos Murciano, Jordi Sierra i Fabra, etc.
9. De Todo asusta, incluido en Obras incompletas. Edición de la autora. Madrid, editorial Cátedra. Colección Letras Hispánicas, núm. 32. 12.ª edición; p. 132. Bellísima página poética ésta, en la que uno no sabe qué admirar más, si la belleza del contenido –el amor por la tierra del labrador y su comunión material y espiritual con ella– o la maestría técnica, que no ha necesitado de grandes alardes estilísticos para conmover a cualquier lector. Versos que manifiestan la dureza del trabajo agrícola; un duro trabajo con que el labrador se ha ganado que la bella tierra, antes de que le llegue la vejez –y una vez reemplazado por el hijo en el esfuerzo de la labranza–, lo reciba con amor en los surcos tan arduamente abiertos, para descanso de sus fatigas.
10. «La poesía es un arma cargada de futuro». En Poesía urgente (1960): Buenos Aires: Losada. El poema termina con estas dos estrofas, en las que Celaya define la intencionalidad última de su poesía: «No es una poesía gota a gota pensada. / No es un bello producto. No es un fruto perfecto. / Es algo como el aire que todos respiramos / y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos. // Son palabras que todos repetimos sintiendo / como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. / Son lo más necesario: Lo que no tiene nombre. / Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos».
11. En La poesía no es un cuento. Madrid: Bruño, 1989. Colección Altamar, n. 20; pp. 68 y 67, respectivamente.
 
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