Los límites del universo los marca cada vida: hay grandes viajeros que desafían su finitud y existencias cercadas que son como haces luminosos.
Elieta está sola. Desde su silla de ruedas ve pasar los días por la ventana. Inmóvil, como ella, el mundo comienza a caminar a través de otra persona, un ser desconocido que provoca una vida imaginaria, un anhelo: la comunicación.
Profundamente intimista, el relato entabla un difícil diálogo con la soledad del lector, concediéndole la oportunidad de descubrir lenguajes para abrirse a la vida.
Los límites del universo los marca cada vida: hay grandes viajeros que desafían su finitud y existencias cercadas que son como haces luminosos.
Elieta está sola. Desde su silla de ruedas ve pasar los días por la ventana. Inmóvil, como ella, el mundo comienza a caminar a través de otra persona, un ser desconocido que provoca una vida imaginaria, un anhelo: la comunicación.
Profundamente intimista, el relato entabla un difícil diálogo con la soledad del lector, concediéndole la oportunidad de descubrir... Seguir leyendo
Elieta
![](/old-thumbs/84-263-4952-8_g.jpg)
Cuando el camión de mudanzas se detuvo delante de casa y empezó a descargar los muebles, conseguí que mamá me sentase en la butaca, junto a la ventana. No tengo muchas ocasiones de pasar un día entretenido.
El asiento es bajo y no me permite alcanzar los cristales para mirar afuera, pero mamá apila un montón de almohadones y así puedo ver el movimiento de la calle.