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La huella del pueblo gitano en la LIJ

Cartel conmemorativo del 40 aniversario de esta celebración, publicado en el año 2011
 
Nuestra sociedad es un mosaico de realidades históricas y culturales con sus propias peculiaridades y lenguas. En este contexto multicultural, la realidad gitana en España tiene casi seis siglos de historia y es muy diversa. Los gitanos han ido asimilando muchos de los elementos culturales que se han encontrado  y, de igual forma, disfrutamos de las múltiples aportaciones realizadas por esta etnia en el mundo del arte, en la literatura, la lengua, el comercio, la música...
 
Los gitanos son ciudadanos de pleno derecho, con rasgos culturales propios y que comparten una identidad común, algo que les aporta una riqueza y un valor añadido para nuestra sociedad. Desde sus orígenes en el noroeste de la India, ni la fecha exacta ni los motivos del inicio del viaje del pueblo gitano se conocen con exactitud. Fueron los lingüistas alemanes los primeros en encontrar una raíz común de su idioma con el sánscrito y a situar su lengua dentro de las neo-indias, lo que llevó a establecer definitivamente el origen del pueblo Rom en la zona noroeste de la India.
 
Según relata la Fundación Secretariado Gitano en una reseña histórica, entre los siglos XI y XIII las invasiones de los ejércitos turco y mongol aceleraron la diáspora romaní, obligando a las tribus de gitanos asentados a tomar diferentes caminos: el grupo de los Ben viajaría a través de Siria hacia próximo oriente y por el Mediterráneo hasta el valle del Nilo; el grupo de los Phen a través de Armenia hasta Bizancio.
 
A finales del siglo XIV es el momento en el que la mayor parte de la emigración romaní llega a Europa, concretamente a las tierras de Valaquia y Moldavia, donde los gitanos se convierten en bienes que pueden venderse, cambiarse o regalarse. Un sometimiento que les obligaba a trabajar en las tierras de los señores como campesinos y herreros, como siervos de los monasterios e incluso como guerreros forzosos. Los primeros datos históricos que se tienen de la llegada de los gitanos a la Península Ibérica datan del siglo XV.
 
Esta entidad sin ánimo de lucro cuenta con un Centro de Documentación especializado cuya sede central está en Madrid y desde donde se conserva y difunde un patrimonio documental considerado como referente por su temática, volumen y calidad. Está accesible a toda persona interesada en investigar o conocer la comunidad gitana y su realidad en este enlace.
 
En lo que respecta a la Literatura Infantil y Juvenil, son numerosos los casos en los que algún personaje de esta etnia es protagonista o tiene un peso específico en la historia.
 
Ursula Wölfel nos contó a principios de los 80 la Historia de Pimmi, una niña gitana que se extravía junto a su hermana Nanka. Este hecho sirve para relatar la continua persecución que ha sufrido la comunidad gitana como fruto de la intolerancia. Fue publicada por Noguer e ilustrada por Paquita Borrás.
 
Otro extravío, en este caso de Manuela, es el leit motiv del relato escrito por Marta Osorio e ilustrado por Violeta Monreal que vió la luz en 1992 de la mano de la editorial catalana Edebé. La obra está salpicada de refranes, cancioncillas y juegos de palabras provenientes de la tradición oral y el folclore. Aunque no huye de los tópicos atribuidos a la raza gitana, tiene la gracia de lo ingenuo y lo tradicional.
 
En 1985 llegaba a España El muchacho del río, de Michel-Aimé Baudouy, el cuento sobre un chico de esta etnia que vive junto a su familia en un pueblecito francés y que debe enfrentarse a diario con el sentimiento de desprecio que los habitantes de la villa tienen hacia todos los de su raza, sumada a la incomprensión de su propia familia al tomar un camino diferente al esperado. La obra fue publicada por Espasa-Calpe dentro de la célebre colección "Austral Juvenil", y contó con el trabajo gráfico del inolvidable Tino Gatagán.
 
Günther Feustel narró en 1991 el relato de Antonín, un niño gitano que vive en un pueblo eslovaco y que sufre un verdadero martirio en clase, al ser despreciado por la mayoría de sus compañeros. Una incomprensible y tortuosa existencia que palia con su amor por la naturaleza y los ratos que pasa en la cabaña de su abuelo pastor. La loba y el gitano fue publicada por La Galera y contó con las ilustraciones de Luis A. Bernal.
 
Esta misma editorial, en 1998, publicó Ostelinda (de Carme Garriga y Anna Giménez), un relato en primera persona sobre las costumbres, las relaciones familiares, ritos y otros múltiples aspectos de su vida diaria protagonizado por una niña.
 
Los gitanos también han sido parte importante de sagas tan exitosas entre el público juvenil como Flanagan. En No te laves las manos, Flanagan (Anaya, 2006) Andreu Martín sitúa la acción en un barrio de Barcelona marcado por la convivencia entre payos y gitanos, denunciando los prejuicios a los que este pueblo está sometido.
 
Más recientes son las propuestas de Patricia Geis para Combel (Pequeña Romaní, 2006) y el archiconocido álbum ilustrado Melodía en la ciudad (Edelvives, 2010), firmado por uno de los artistas de moda en los últimos tiempos: Benjamin Lacombe. 
A través de imágenes deslumbrantes, habituales en su repertorio, el autor recrea la atmósfera de un pasado cercano pero fuera del tiempo, cuando en los circos se exhibían extrañas criaturas, a través de un halo lírico y tierno que pone de manifiesto la importancia del amor y la confianza en el propio talento para superar prejuicios y discriminaciones.
 
Imprescindibles son las dos antologías con las que la editorial Siruela ha rescatado el acervo popular de la tradición oral calé: Cuentos populares gitanos, de Diane Tong, publicada en 1997; y Cuentos populares de los gitanos españoles, compilada por Javier Asensio García en 2011.
 
En este mismo sello, en 2010, Federica de Cesco y Ángeles Camargo contaron la historia de El niño que soñaba con un caballo, una novela que habla de Felipe, un niño al que le gusta mucho pintar y que ha sufrido la separación de sus padres. En Sevilla, ciudad donde se ambienta la trama, conocerá a una niña gitana que, con su bondad y sabiduría, ayudará al protagonista a llegar hasta Jerez, ciudad donde se reune con su madre. Una historia conmovedora que no deja al lector indiferente.
 
En 2015, Sandra Siemens, con la ayuda de las mágicas ilustraciones de Adolfo Serra, narró las vidas de Paula y Esmeralda, dos niñas con vidas paralelas muy diferentes que coinciden en el trabajo. A través de las historias sobre los antepasados de Esmeralda, conocemos el rechazo social que la niña aún tiene que sufrir por el mero hecho de pertenecer a esa raza. La linternita mágica fue publicado por Edelvives.
 
En este mismo año, Bruño lanzaba Iliana, la niña que escuchaba el viento, una historia de Antonia Rodenas Camarasa, ilustrada con mimo por Carmen Solé i Vendrell, en la que se muestra la vida cotidiana de Iliana, una joven gitana que pasa sus días ayudando en las tareas domésticas y agrícolas junto a su madre, hasta que esta fallece y debe emprender nueva vida, un camino en el que la amistad de una niña a la que conoce en la playa será fundamental.
 
El año pasado Anaya publicó Al viento de la Camarga, una novela de Federica de Cesco, con dibujos de Carmen Bas, en la que conocemos a Estrella, una joven que vive junto a su padre en una granja y a la que un accidente cambia la vida, debiendo afrontar la situación con valentía. El pueblo gitano vuelve a tener un protagonismo fundamental en la trama.
 
De sobra es conocida la vinculación que esta etnia tiene con determinadas artes, por ejemplo la música. El flamenco está presente en infinidad de obras y la rica tradición infantil (nanas, rondas, etc...); ha sido recogida por Nathalie Soussana y Jean-Christophe Hoarau en un libro disco fundamental donde podemos encontrar las letras tanto en español como en romaní. Canciones infantiles y nanas zíngaras está editado por Kókinos en 2016. 
 
Otra manifestación artística, la pintura, es vinculada a la historia del pueblo gitano en Kalia bajo las estrellas (Juventud, 2014). A partir del cuadro Las carretas. Campamento gitano cerca de Arlès, pintado por Van Gogh en torno a 1888, Didier Dufresne y la ilustradora Cècile Geiger trazan una historia que, de nuevo, refleja los prejuicios que históricamente ha sufrido el pueblo calé. Un grupo nómada se instala en las inmediaciones de la granja del pequeño Paul, a quien previenen sobre las posibles intenciones de sus vecinos temporales, de quienes sospechan que puedan robar animales o hacer algo malo a su familia. 
 
Esta acusación injustificada, basada en el mero hecho de pertenecer a otra raza también la vimos en un cómic inolvidable de uno de los grandes autores del siglo XX: Las joyas de la Castafiore, la aventura número 21 de Tintín y sus amigos, los personajes creados por Hergé. Finalmente, el célebre héroe del tupé demuestra la inocencia de los implicados, que permanecían acampados en las inmediaciones de Moulinsart, la residencia de los protagonistas.
 
Cada 8 de abril se celebra el Día del Pueblo Gitano en todo el mundo (International Roma Day) con todo tipo de actos e iniciativas, para recordar su historia y homenajear a las víctimas gitanas del genocidio nazi y de las distintas persecuciones sufridas a lo largo de los siglos. Esta fecha, recuerda el Congreso Mundial roma/gitano celebrado en Londres el 8 de abril de 1971 en el que se instituyeron la bandera y el himno gitanos. 
Puedes ampliar información sobre la jornada en la web oficial de Secretariado Gitano.
 
Nuestros socios y amigos de Fundalectura (Colombia) han celebrado en anteriores ocasiones esta fecha con numerosas actividades y publicaciones que puedes conocer accediendo a la noticia que publicamos en su momento para informar de su propuesta.
 
 
 
 

 

 
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