Con el sabor de los cuentos orientales y un aire de fábula en la enseñanza del final, este argumento es narrado por una voz acogedora en la que se hallan ecos de los recursos empleados por los antiguos contadores. De ahí que el lector se rinda a su encanto y siga con deleite al protagonista en su viaje de maduración. En las ilustraciones llaman la atención las superficies cálidas y luminosas con detalles menudos: empequeñecidos entre desierto y cielo. Una edición cuidada para una historia que da gusto «escuchar». Con el sabor de los cuentos orientales y un aire de fábula en la enseñanza del final, este argumento es narrado por una voz acogedora en la que se hallan ecos de los recursos empleados por los antiguos contadores. De ahí que el lector se rinda a su encanto y siga con deleite al protagonista en su viaje de maduración. En las ilustraciones llaman la atención las superficies cálidas y luminosas con detalles menudos: empequeñecidos entre desierto y cielo. Una edición cuidada para una historia que da gusto «escuchar».

El tesoro escondido

Esta historia de Muhar el Pequeño, que comenzará a continuación, no tiene lugar aquí, sino en Oriente. Concretamente, la historia transcurre en Memoluk, o al menos comienza y termina allí.
Para todos aquellos que queráis saberlo con exactitud: Memoluk es una pequeña ciudad que se encuentra a medio camino entre Makame y Hims, a la derecha de la polvorienta ruta de las caravanas, en un fértil oasis.