Nuria, la de ojos oscuros y astutos, ha visto un hombre raro merodeando por el pueblo. El hombre siniestro esconde un secreto: un duende. Pero Nuria no puede hablar del duende del cajero automático, porque puede resultar peligroso.
El relato se inicia con los ojos porque son fundamentales en los libros de misterio, donde la observación de los detalles y las situaciones es imprescindible. Una historia de pandillas, de sus cosas, sus aciertos y sus problemas, con cierto toque de humor, a medio camino entre el relato fantástico y el policiaco. Nuria, la de ojos oscuros y astutos, ha visto un hombre raro merodeando por el pueblo. El hombre siniestro esconde un secreto: un duende. Pero Nuria no puede hablar del duende del cajero automático, porque puede resultar peligroso.
El relato se inicia con los ojos porque son fundamentales en los libros de misterio, donde la observación de los detalles y las situaciones es imprescindible. Una historia de pandillas, de sus cosas, sus aciertos y sus problemas, con cierto toque de humor, a medio camino entre el relato fantástico y el policiaco.

No se lo cuentes a nadie

A primera hora de la mañana los oscuros ojos de Nuria parecían dos pequeños, minúsculos botoncitos. Apenas se había levantado y el sueño se resistía a marcharse. El único modo de despertarse -lo sabía- era lavarse la cara con agua muy fría. Se peinó intentando poner orden en sus encrespados cabellos negros, tan cortos, y se atusó la diminuta colita que le colgaba del cogote.