Cuando desaparecen unas ranas acróbatas es difícil saber qué hacer, pero Araminta y su prima Wanda, aunque bastante traviesas, se las apañan bien como detectives. Con ayuda de su audacia y la colaboración de un viejo fantasma descubrirán el paradero de los batracios y desenmascararán a un comerciante sin escrúpulos, descubrirán el tesoro perdido de sir Horace y tratarán de aclarar el terrible embrollo... si es que no la lían más gorda. Las divertidas aventuras de una niña muy revoltosa en una familia monstruosamente normal. Cuando desaparecen unas ranas acróbatas es difícil saber qué hacer, pero Araminta y su prima Wanda, aunque bastante traviesas, se las apañan bien como detectives. Con ayuda de su audacia y la colaboración de un viejo fantasma descubrirán el paradero de los batracios y desenmascararán a un comerciante sin escrúpulos, descubrirán el tesoro perdido de sir Horace y tratarán de aclarar el terrible embrollo... si es que no la lían más gorda. Las divertidas aventuras de una niña muy revoltosa en una familia monstruosamente normal.

¡Elemental, querida Wanda!

-Araminta, ¿dónde has metido mis ranas?
Pero ¿qué clase de pregunta es esa? Aunque la semana pasada eso fue exactamente lo que Barry Wizzard me preguntó.
No le respondí.
No le respondí porque cuando alguien ha perdido algo en la casa encantada siempre dice: «Araminta, ¿dónde has metido mi...?», y aquí se puede acabar la frase con lo que se te ocurra, y lo más probable es que alguien crea que yo lo he metido en algún sitio. Y no sé por qué.
Tomemos como ejemplo lo que ocurrió ayer...