La literatura experiencial  se convirtió, tras los proyectos totalitarios que asolaron Europa durante la primera mitad del siglo XX, en un género profusamente cultivado, una suerte de logoterapia para los que los padecieron, y una oportunidad -para los lectores- de acercarse al conocimiento de la trágica historia del continente. De auténtico vía crucis puede considerarse la peripecia de la joven católica holandesa Cornelia Ten Boom, cuyo relato debe ser leído a la luz de sus convicciones religiosas. Ten Boom conoció la angustia de la clandestinidad en su labor de acogimiento de judíos perseguidos por el Tercer Reich, pero también el puro horror del lager, al ser deportada a Ravensbrück, de donde saldría libre a pocas semanas del fin de la guerra. Tras perder a parte de su familia y amparada en su fe, fue capaz de recomponerse, perdonar a sus verdugos y dedicarse con pasión a la obra de su vida: predicar la palabra del dios amoroso en el que creía y sanar el cuerpo y el alma de las víctimas de toda barbarie e injusticia, al comprender que "la indiferencia era la enfermedad más mortal" de cuantas diezmaron los campos de concentración. Una lección de Historia.

La literatura experiencial  se convirtió, tras los proyectos totalitarios que asolaron Europa durante la primera mitad del siglo XX, en un género profusamente cultivado, una suerte de logoterapia para los que los padecieron, y una oportunidad -para los lectores- de acercarse al conocimiento de la trágica historia del continente. De auténtico vía crucis puede considerarse la peripecia de la joven católica holandesa Cornelia Ten Boom, cuyo relato debe ser leído a la luz de sus convicciones religiosas. Ten... Seguir leyendo