A veces aparecen extrañas sinfonías gráficas que ensalzan aún más las poderosas virtudes que encierran los códigos inherentes al mundo del cómic. El trabajo de Comotto, desarrollado a lo largo de casi una década, cristaliza con una colección de dolorosas y tortuosas estampas, todo un espectáculo gráfico, que pueden despertar la curiosidad histórica del joven aficionado al tebeo a ambos lados del océano.

La vida del anarquista y pacifista, aunque suene a términos antagónicos, Simón Radowitzky, recluido y torturado durante veintidós años por luchar contra la represión argentina, es una travesía por algunos de los capítulos más importantes de la historia mundial del siglo XX, como la revolución rusa o la guerra civil española. Un hombre fiel a sus ideales con el que el lector empatiza independientemente de las ideologías, retratado y homenajeado en pasajes oscuros, esbozados con todo lujo de detalles, y en donde el color rojo sirve como magnético hilo conductor, entre la oscuridad del blanco y negro, de la sufrida existencia del protagonista.

A veces aparecen extrañas sinfonías gráficas que ensalzan aún más las poderosas virtudes que encierran los códigos inherentes al mundo del cómic. El trabajo de Comotto, desarrollado a lo largo de casi una década, cristaliza con una colección de dolorosas y tortuosas estampas, todo un espectáculo gráfico, que pueden despertar la curiosidad histórica del joven aficionado al tebeo a ambos lados del océano.

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155. Simón Radowitzky

Conocí a Agustín Comotto a comienzos de los años ochenta, en el último año de la dictadura genocida en la Argentina. Teníamos 14 años, éramos dos adolescentes que no habíamos tenido infancia (por motivos distintos, pero asemejables) y, obviamente, nos atrajimos como dos imanes apenas vernos.