Este libro trata el tema de la inmigración, y los problemas de adaptación y aceptación que surgen en el país receptor. Resulta interesante que por un lado la novela está narrada en primera persona por la niña protagonista, y también el tono tolerante y reconciliador presente en todo momento. La autora, ha hecho un especial hincapié en la riqueza que supone, para la protagonista de la novela, conocer y vivir dos culturas tan diferentes como la marroquí y la española. Supone un ejemplo de tolerancia e integración, a la vez que un conocimiento de la cultura marroquí. Este libro trata el tema de la inmigración, y los problemas de adaptación y aceptación que surgen en el país receptor. Resulta interesante que por un lado la novela está narrada en primera persona por la niña protagonista, y también el tono tolerante y reconciliador presente en todo momento. La autora, ha hecho un especial hincapié en la riqueza que supone, para la protagonista de la novela, conocer y vivir dos culturas tan diferentes como la marroquí y la española. Supone un ejemplo de tolerancia e integración, a la vez que un conocimiento de la cultura marroquí.

Laila

No había muerto nadie, pero el pueblo parecía estar de luto, y lo que menos deseaba yo era tener que vivir esas horas tan tristes. Todos venían a despedirse a la casa grande, la casa en la que iba a dejar atrás los recuerdos de mi infancia.
Era el mes de agosto de 1985. Tanto había deseado que llegase ese día que, cuando llegó, me hice un lío de sentimientos y tuve sensaciones que no había tenido nunca.
–¿Pensarás en nosotros cuando te hayas marchado? –preguntaba mi abuela, mi querida y dulce yaya.
Se me humedecieron los ojos, pero no le contesté. Sólo le sonreí y bajé tímidamente la mirada. De repente, la voz de una niña me llamó.
–¡Laila, Laila! –era mi vecina.