Primera parte de la trilogía «Los viajes de Colón», La otra orilla alterna acertadas composiciones de lugar con algunos diálogos discretos más propios de nuestro tiempo que del siglo XV. Cristóbal Colón confisca el barco la «Niña» a los hermanos de Francisco Niño, que con catorce años se embarca como grumete del «Gran Navegante». Desde su mirada, el autor relata los peligros vividos en el vasto océano, el motín sucedido a bordo, el ya famoso grito de «¡Tierra!» y el incipiente amor de Francisco por la indígena Luna Nueva. Primera parte de la trilogía «Los viajes de Colón», La otra orilla alterna acertadas composiciones de lugar con algunos diálogos discretos más propios de nuestro tiempo que del siglo XV. Cristóbal Colón confisca el barco la «Niña» a los hermanos de Francisco Niño, que con catorce años se embarca como grumete del «Gran Navegante». Desde su mirada, el autor relata los peligros vividos en el vasto océano, el motín sucedido a bordo, el ya famoso grito de «¡Tierra!» y el incipiente amor de Francisco por la indígena Luna Nueva.

La otra orilla

Cuando después de varias penurias la carabela era definitivamente nuestra, apareció Cristóbal Colón y nos dijo que debíamos abandonarla en el acto, porque nos la requisaba en nombre de Sus Majestades. Mis hermanos pusieron el grito en el cielo.
–¡El barco es nuestro único patrimonio! ¡Tendréis que pasar por encima de mi cadáver para quitárnoslo! –exclamó Juan, encendido de rabia.
Cristóbal Colón volvió poco después con alabarderos, alguaciles, un notario y dos escribanos, y no hubo más remedio que acatar el mandato.