Queridos monstruos

Comenzó su breve recital melódico con un carnavalito. Esa tarde, podía hacerlo tranquila porque estaba sola en casa. De lo contrario, rezongos de su mamá, protestas de la abuela y risueños comentarios del padre. Rezongos y protestas solían resumirse en una misma censura que le repetían hasta el hartazgo:
-Las niñas no saben silbar, Mila; es asunto de varones.