Hace tiempo que la casa de la abuela Conejo se convirtió en un inmenso hotel, aunque la zona del bosque donde está situado y las grandes estancias distribuidas en la oquedad del árbol, generan un ambiente de misterio y, por qué no decirlo, de terror, a todos aquellos viajantes que se alojan en sus habitaciones. Esta noche descansa allí su nieto, el conejito Lillebror, que no se relaja en ningún momento, ni siquiera jugando al "Cluedoconejo", fruto del clima oscuro que se respira. Y por si fuera poco uno de los empleados, el gnomo, está empeñado en vaticinar desgracias como consecuencia de tanta acumulación de criaturas abominables. Las sorpresas no tardan en llegar y, en mitad de la noche, unos gritos despiertan al protagonista. Una aparición espectral ha asustado al recepcionista y, al mismo tiempo, no hay ni rastro de la anciana, que parece haberse difuminado entre las habitaciones. Juntos, conejo y duende, reuniendo todo el valor posible y ataviados con unos ropajes que homenajean a Sherlock Holmes, recorrerán todos los recovecos de la mansión en busca de respuestas. Todas las pesquisas conducen al cuarto "Engúllelo todo", al final del pasillo prohibido, por lo que es momento de contar con asistencia profesional (un severo policía). En el trayecto descubrirán personajes fascinantes (y comprometidos) que demuestran lo equivocadas que son siempre las etiquetas y prejuicios. A medio camino entre el cómic y el libro ilustrado, el guion está poblado de giros divertidos que tienen su eco en el apartado gráfico con profusión de simpáticos detalles, referencias a otras historias pertenecientes a la cultura popular y al género noir, arquetipos propios del thriller detectivesco (la reunión de los sospechosos, la sorpresa a la hora de desenmascarar al culpable...); y una galería de personajes carismáticos que augura nuevas aventuras en fechas próximas. En las guardas, los lectores pueden disfrutar de un exhaustivo plano de la "escena del crimen" que confiere al relato ese aire inconfundible de juego de mesa de detectives.

Hace tiempo que la casa de la abuela Conejo se convirtió en un inmenso hotel, aunque la zona del bosque donde está situado y las grandes estancias distribuidas en la oquedad del árbol, generan un ambiente de misterio y, por qué no decirlo, de terror, a todos aquellos viajantes que se alojan en sus habitaciones. Esta noche descansa allí su nieto, el conejito Lillebror, que no se relaja en ningún momento, ni siquiera jugando al "Cluedoconejo", fruto del clima oscuro que se respira. Y por si fuera poco uno de... Seguir leyendo