Pantaleón, en todo como un león

Pantaleón tenía ocho años, y no le gustaba ser pelirrojo, pero lo que más rabia le daba era su nombre. No le hacía ni pizca de gracia llamarse Pantaleón. Le horripilaba. Por eso, cuando alguien le hacía la temida pregunta de ¿cómo te llamas?, se ponía colorado, agachaba la cabeza y contestaba con un hilito de voz y entre dientes. Era terrible llamarse de aquélla forma. A él le habría encantado que le hubieran puesto Nacho, como a su hermano pequeño.